Evitación experiencial: el arte de limitar tu vida para evitar el malestar emocional

Huir del malestar es la solución a todos mis problemas... ¿o no?

1/1/20253 min read

Puede que no hayas oído hablar sobre este término y que tu curiosidad te haya llevado a abrir este artículo, te surge la siguiente pregunta: ¿qué es la evitación experiencial?.

Antes de comenzar, te pediré que tengas en mente cómo te relacionas con tu malestar emocional: ¿qué sueles hacer cuando la tristeza te visita?, ¿y cuando el miedo te trae pensamientos no deseados?. Quizás tiendes a ignorar estos pensamientos o bien te centras tanto en ellos que tu mente empieza a dar vueltas sin parar. Es posible incluso que intentes controlar aquello que piensas y sientes, ¿te ha ocurrido?.

Cuando hablamos acerca de la evitación experiencial, estamos haciendo referencia a un patrón de conducta en el cual la persona implicada tiende a huir de aquellas situaciones o estímulos que le generan malestar. Esta huida sistemática se da hasta tal punto que con tal de escapar de su propio malestar la persona acaba limitando de manera significativa su vida.

Pongamos un ejemplo:

Hace varios años Luisa se separó de su pareja, con la cual había mantenido una relación significativa. A raíz de esa separación Luisa se encontró por primera vez viviendo sola en casa, esto le hizo darse cuenta de que no toleraba el silencio dado que su mente la invadía con pensamientos que le costaba gestionar y su cuerpo le traía emociones que la desbordaban. Desde ese momento comenzó a evitar su malestar: empezó por ocupar los espacios de silencio con series, películas y ver contenido en redes sociales. Más adelante, con tal de evitar pasar un tiempo sola en casa comenzó a trabajar horas extra, y a llegar cada día más agotada. Al encontrarse tan agotada dejó de quedar con amigos y dejó de ver a su familia, comenzó a aislarse. Con el paso del tiempo empezó a ocupar sus ratos de descanso en casa mirando el teléfono móvil desde que llegaba del trabajo hasta que se acostaba en la cama, con tal de no quedarse a solas con sus pensamientos. Este agotamiento fue en aumento y afectó a su vida social, a sus horas de sueño, a la conexión con sus familiares, a su tiempo de descanso y su vida laboral. En este punto la tristeza que Luisa había procurado evitar con tanto empeño acabó desbordándose y fue en ese momento cuando se planteó comenzar un proceso terapéutico.

Como vemos en este ejemplo la estrategia que usó Luisa a corto plazo parecía aportarle algo de alivio y le permitía no enfrentarse a sus emociones en ese momento. Sin embargo, a largo plazo el malestar emocional fue en aumento y su vida personal se vio limitada de manera muy significativa.

‘’Existe una paradoja inherente al intento de evitar, suprimir o eliminar las vivencias personales no deseadas y consiste en que tales intentos desembocan en un recrudecimiento de la frecuencia e intensidad de la vivencia a evitar’’ (Wenzlaff y Wegner, 2000)

Surgen algunas preguntas: ¿mirar mi móvil o ver series es equivalente a evitar mis emociones?, ¿si decido trabajar horas extra estoy huyendo de mi malestar?. La respuesta es que la misma conducta puede tener funciones muy diferentes para cada persona, no todas las personas que miran su móvil en su tiempo de descanso están evitando sus emociones. Si te surge esta duda te propongo que puedas observar las áreas de tu vida que son importantes para ti: ¿les dedicas el tiempo que querrías?, ¿tus acciones son coherentes con tus valores?, ¿atiendes a tu malestar antes de que se desborde en general?.

En casos similares al que presentamos como ejemplo es necesario trabajar en sesión acerca del malestar que se presenta y la tolerancia al mismo. En ese proceso conseguimos recordar que esas emociones que parecen ‘’difíciles o desagradables’’ traen un mensaje importante, y al darles un lugar donde expresarse llegan a ser tolerables, es posible entonces sentirlas desde un espacio seguro.

En el presente nos encontramos en un contexto que nos invita a ‘’sentirnos bien siempre’’ y ‘’evitar todo aquello que nos duela’’. Se nos olvida que parte de la propia experiencia de vivir conlleva sentir tanto la alegría como la tristeza, dado que ambas nos traen un mensaje.

Llegados hasta este punto sabemos que no podemos controlar nuestros pensamientos ni nuestras emociones. También sabemos que para vivir necesitamos mostrarnos dispuestos a sentir tanto nuestra alegría y disfrute, como nuestra tristeza y miedo. Inevitablemente surge una pregunta: ¿y tú, estás dispuesto a sentir?

(Los datos utilizados en el relato del ejemplo son ficticios con el fin de plasmar con más facilidad el progreso del malestar en posibles casos reales).

woman covering eyes with hand
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